Eduardo Mill Ferreyra.
Sancho I el Craso, rey de León es el
protagonista de una alucinante peripecia histórica real. Esta quizá
merezca se referida con alguna extensión, pues refleja una de las
primeras noticias sobre un tratamiento con éxito de la obesidad y
del síndrome de apnea del sueño. Sancho fue coronado rey de león,
al morir su hermano Ordoño, en el año 956. Sin embargo, era tan
obeso que estaba imposibilitado para montar a caballo o empuñar una
espada y además caía frecuentemente en somnolencia. Todo ello fue
pretexto que tomaron sus súbditos para destronarlo. Entonces Sancho
corrió a buscar refugio junto a su abuela, la reina Toda Aznar de
Navarra. Esta entonces era una anciana de 82 años, pero encontró en
el reto de restablecer en el trono a us nieto un desafío
impresionante. Y se puso manos a la obra.
Habiendo sabido que el médico mas
reputado en tratar tales trastornos era el judío Hasday ben Shaprut
que residía en la corte de Abderramán III en Córdoba y que
casualmente era sobrino de la reina, le hizo visitar a Sancho en
Pamplona. El médico aleccionado por Abderramán, aconsejó el
traslado de Sancho a Córdoba para realizar el tratamiento. La reina
Toda en seguida organizó la comitiva de Navarra a Córdoba para
tratar al obeso.
El espectáculo de dicha comitiva
atravesando media España por entre reinos árabes y cristianos debió
ser inenarrable. La Córdoba de Abderramán III estaba en todo su
esplendor. Por entonces, contaba con cerca de un millón de
habitantes. Este les recibió en la ciudad palatina de Medinat al
Zahara, recientemente levantada a unos 12 km de Córdoba. Es fácil
imaginar la impresión que en aquellos montaraces castellanos debió
causar la magnificencia de los palacios imperiales revestidos de
mármol, la abundancia de fuentes que destilaban reflejos irisados, la
madera y artesonados de los techos..... Y efectivamente, Toda y su
séquito disfrutaron de esta magnificencia palaciega y dela abundante
y exquisita gastronomía de Al Andalus.
Sin embargo, no le fue tan placentera
la estancia al infeliz de Sancho. Para éste comenzaron
inmediatamente los remedios drásticos. Se la habilitó una sala
especial de el palacete del médico y se le sometió a una estricta
dieta durante 40 días. Tras administrarle sedantes, le cocieron la
boca y le dieron una dieta líquida a base de agua de sal, azahar,
menta, extracto de verduras y diversas hierbas. El rey ingería tal
brebaje por medio de una pajita 7 veces por día. Esto produjo en
Sancho una diarrea copiosa, por lo cual lo ataron a la cama. Además
le administraban abundantes baños para hacerle sudar y masajes para
evitar la flaccidez de la piel. Sancho, naturalmente, no se plegó
voluntariamente a tal sumisión, se negaba a andar y tiraba puñadas
y golpes, por lo cual fue preciso atarlo con gruesas maromas. Era
obligado a hacer ejercicios mediante cuerdas que manejaban un
ejército de esclavos y para facilitarle la deambulación se
construyeron artilugios como andadores a la medida. Después de
semanas de este régimen espartano, Sancho adelgazó mas de 60 kg,
con lo cual, y a pesar de conservar una apariencia fornida,
desaparecieron la somnolencia, los dolores articulares y la
dificultad respiratoria.
Caro fue el remedio, pues Abderraman
exigió, en pago de la cura, la entrega de diez fortalezas
cristianas. Además Abderramán prestó parte de su ejército a
Sancho para recuperar el trono. Así con esta ayuda y la de Toda,
Sancho se enfrascó durante todo un año aparentemente con una
agilidad que su recuperada “delgadez” ahora le permitía, en una
guerra fraticida contra su otro hermano Ordoño IV, el jorobado o el
malo.
A éste le ayudaba a mantener en el
trono el conde Fernán Gonzalez de Castilla. Al final, Sancho
recuperó su trono en el año 956 y, aunque reinó 10 años con mano
de hierro, no pudo evitar que sus enemigos se deshicieran esta vez de
él con un método expeditivo: envenenándole con una manzana.
Bibliografía.
Extraído literalmente del libro “Arte
y Riesgo cardiovascular” de Julio Montes Santiago.
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